Sus jarrones nacen de la armoniosa unión de la tecnología y la tradición, celebrada por el ojo de un artista.
Heredero de once generaciones de ceramistas japoneses que trabajan la arcilla desde hace 350 años -su padre, Ohi Chozaemon XI, fue galardonado con la Orden del Mérito Cultural-, pero también licenciado en arquitectura por la Universidad de las Artes de Tokio, Nara Yuki explora estas dos dimensiones y supera los límites para concebir obras que rozan la abstracción.
La idea arquitectónica preside la creación. El modelado por ordenador permite detallar su compleja geometría, descomponiendo el volumen de cada pieza en múltiples trozos.
Ensamblados en el núcleo central del jarrón, dan lugar a una forma que parece expandirse en el espacio.
Gracias a la blancura de la porcelana, la luz participa en la puesta en escena y en los efectos ópticos, acentuando los cortes mediante el juego de sombras.
Los vacíos son tan importantes como los sólidos en esta obra, que invita a girar alrededor de la obra para percibir todas sus dimensiones.
Sophie Reyssat
