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DEBORAH TURBEVILLE “FOTOGRAFIANDO” APARICIONES

De la fotografía al fotocollage, Deborah Turbeville (1932-2013) ha creado un universo melancólico e intemporal que sólo le pertenece a ella. “Entro en el mundo privado de las mujeres, allá donde nunca vamos”, declaró en una ocasión la fotógrafa estadounidense. Hoy, el Museo de Fotografía de Lausana dedica una retrospectiva a la mujer que dio una dimensión suplementaria a la fotografía de moda.  

Como estilista para Harpers Bazar y otras revistas de moda, esta ex modelo conoció la escena neoyorquina antes de decidirse, en 1966, a fotografiar ella misma y aprender la técnica de Richard Avedon, que la convertiría en su protegida. Esencialmente autodidacta, Deborah Turbeville no pertenecía a ninguna escuela en particular, y su obra, muy característica, tanto por su atmósfera como por su plasticidad, sigue siendo inclasificable. Mostrando a mujeres indolentes aisladas en lugares aparentemente desiertos, encerradas en su soledad, con los ojos perdidos en sus pensamientos -mujeres de mirada huidiza y melancólica, que parecen querer escapar o desaparecer-, lo que  contrasta fuertemente con las páginas de moda de la época, sobre todo porque sus instantáneas no realzan las prendas que se supone que deben magnificar…

Además de la atmósfera brumosa, a menudo crepuscular, los efectos de desenfoque y el trabajo sobre las impresiones (grano, tonos sepia, juego de contrastes, arañazos en los negativos, etc.) dan fe de una investigación casi “pictorialista” sobre el propio material fotográfico, un material que Deborah Turbeville se esforzaba en dañar artificialmente para que la imagen “nunca parezca estar completamente ahí”, para que todo  parezca una aparición…

Un experimento de “desintegración” que puede apreciarse en los fotocollages que realizó junto a sus fotografías de moda a partir de los años setenta. Fotocopiando, cortando, rayando y pegando con alfileres o cinta adhesiva impresiones truncadas y rasgadas en papel kraft, escribiendo palabras o frases en los márgenes, crea “secuencias narrativas”. La calidad cinematográfica de su trabajo se refleja en sus fotografías de moda, que a menudo dan la impresión de ser fotogramas congelados. 

Mujeres que parecen aparecer 

Hay tres series especialmente llamativas. La primera, realizada en 1975 para el Vogue americano, provocó un verdadero escándalo y estuvo en el origen de la notoriedad de la artista: en The Bathhouse, las modelos en bikini fotografiadas en los baños públicos de Nueva York desprendían una atmósfera tan extraña que la fotógrafa fue acusada de morbosidad e inmoralidad, y algunos estados norteamericanos llegaron a prohibir la venta de la revista. Defensor del “porno chic”, Alexander Liberman 1 vio en esta coreografía lasciva y casi carcelaria las “imágenes más revolucionarias del momento”. 

Otra coreografía que parece congelada en el tiempo -o más bien, fuera del tiempo- es menos subversiva, pero igual de evocadora, es  la compuesta entre 1979 y 1981 en el castillo de Versalles, donde Déborah Turbeville no duda en introducir hojas muertas y telarañas alrededor de los maniquíes para crear la impresión de un lugar acechado por fantasmas. 

Fantasmales son también estas mujeres cubiertas de yeso fotografiadas en 1977 en el Beaux-Arts de París, donde estamos tentados a ver una alegoría de la desaparición o de la aparición, del entierro o del renacimiento – nada es nunca inequívoco con Turbeville.

  1. Editor de prensa estadounidense que trabajó para Condé Nast durante treinta años.

STÉPHANIE DULOUT

« Deborah Turbeville – Photocollage »

Hasta el 25 de febrero

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Place de la Gare 17

Lausanne

elysee.ch

LAUSANA