“[…] crear lugares psicológicos, mentales. Lugares que tienen una voz, un corazón que late en el espesor de las paredes”: éste es el objetivo que persigue Claudio Parmiggiani 1 con su serie Delocazioni, obras de humo y hollín. Verdaderas “esculturas de sombras”, estas pinturas fantasmales creadas in situ a partir de frascos, mariposas, calaveras o libros ennegrecidos por el fuego antes de ser retirados para dejar su huella inmaculada en las paredes llenas de humo, recuerdan tanto a los bodegones diáfanos de Giorgio Morandi (con quien quizá se codeó muy joven) como a las antiguas (¿o futuristas?) Vanitas.
Las pinturas de hollín de Claudio Parmiggiani son inquietantes memento mori y vestigios que dan que pensar sobre el tema de la desaparición, la ausencia y el vacío: “no queda espacio para ninguna pintura, y la única experiencia posible es la del vacío, una llama encendida en nuestro interior para iluminar este vacío infinito, que es lo único que nos mantiene vivos”, explica el pintor-poeta.
El artista no cesa de sondear este “vacío infinito” (Ce vide fait d’infini ) en sus obras de sombras y estampas: “un ambiente de sombras, sombras de lienzos despegados de las paredes, sombras de sombras, como si viéramos detrás de un velo otra realidad velada […] y así sucesivamente, perdiéndonos hasta el infinito, en busca de una imagen y, a través de esa imagen, el deseo de vislumbrarnos”.
1. Nacido en 1943 en Emilia-Romaña (Italia), Claudio Parmiggiani es miembro del movimiento Arte Povera. En la década de 1970 comenzó su serie Delocazione, “negativos” realizados retirando objetos humeantes, que le valieron el apodo de ” génie du non-lieu“.
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