“La confrontación con los dos infinitos [el cielo y el mar] nos humilla y nos devuelve al diálogo con nosotros mismos”.
A finales de la década de 1970, con apenas un año de edad, Bao Vuong, acurrucado en brazos de sus padres, emprendió la larga travesía en una embarcación improvisada, como otros miles de balseros que huían del régimen comunista vietnamita, tras la invasión de Vietnam del Sur por Vietnam del Norte.
De la “memoria” traumática (relatada) de esta travesía, de las noches en alta mar, del hambre y la sed (que casi resultaron fatales para su familia, salvada, in extremis, por la lluvia), el artista ha hecho nacer su obra catártica. Iniciada en 2017 (después de que resurgieran las sombras del pasado), su serie The Crossing declina estos mares negros de la memoria en una serie de monocromos realizados con empastes de pintura, a los que ahora se añade polvo de grafito y cenizas de incienso.
En el número 23 de la serie, pintado en 2020, la masa de pintura trabajada a cuchillo cubre toda la superficie del lienzo. En la 115, producida este año, ocupa algo menos de la mitad del lienzo, dejando un cielo de cenizas desplegándose en el horizonte, e incluso una luna esparciendo sus rayos…
Si en sus preparaciones más oscuras, ya estaba surcado por remolinos (“esculpidos” en el espesor del engrudo para captar la luz), el mar aparece aquí todo lentejuelas, como un diamante negro… Más táctil, conmovedor y vibrante que nunca, en otras obras recientes, aparece incluso como transfigurado por cielos centelleantes con nubes radiantes. ¿Estos brillos y vacíos de luz en los cielos de incienso representan la esperanza de un renacimiento o renovación en el horizonte?
Del mismo modo que ha trazado una tenue y apenas perceptible línea dorada entre los dos paneles de un díptico enterrado bajo una “montaña de oscuridad”, Bao Vuong abre “la estrecha puerta” del cielo.
“Ligeras, dibujadas con una mezcla de polvo de grafito y cenizas de incienso quemado, estas nubes pasajeras pueden enlazarnos con el cielo, con un más allá”, explica el artista, que ha reconstruido los altares dedicados, en los hogares vietnamitas, a la oración de los difuntos guiada por el humo del incienso (vehículo entre los vivos y los muertos). “Mostrando la infinitud del cielo” en la opacidad de las noches y, más allá de la oscuridad, la esperanza…”
Exposición Bao Vuong, Horizons
Hasta el 23 de enero
En la A2Z Art Gallery
24, rue de l’Echaudé, Paris VI
Stéphanie Dulout