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GRASSE, CIUDAD EMBLEMÁTICA DE LA PERFUMERÍA 

Fue en el Antiguo Egipto, en forma de vapores de resina dirigidos a los dioses, donde nació el perfume. Pero más tarde renació en los campos de flores de Grasse, la cuna moderna de la perfumería.

La fama de Grasse se desarrolló durante el Renacimiento, gracias a las curtidurías. Aunque los guantes de cuero estaban muy de moda en la Corte de Versalles, su fuerte olor era desagradable. Los curtidores tuvieron entonces la idea de sumergir estas pieles en baños de esencia de rosa, lavanda o verbena, procedentes de cultivos locales, para luego impregnarlas de almizcle, algalia o bálsamo. A raíz de la introducción en Francia de las aguas de hierbas por parte de Catalina de Médicis, los guantes de cuero perfumados se hicieron muy populares en la corte. Esta moda llevó al rey Luis XIV a nombrar oficialmente a los curtidores “maestros perfumistas y guanteros” en el siglo XVII. Fue el comienzo de una época próspera para estos oficios, así como para la ciudad de Grasse, ahora famosa por sus cultivos de rosas, jazmines y nardos.

Si los olores fuertes y animales estaban de moda bajo Luis XIV, que ya no practicaba el baño, el siglo siguiente marcó una vuelta a la higiene. Era el momento de los aromas más frescos, florales y refinados. Aunque el siglo XVIII se vio afectado por la crisis económica de la industria del cuero, la actividad de los maestros perfumistas y guanteros de Grasse floreció con la perfumería. El cultivo de plantas en Grasse siguió siendo floreciente hasta la década de 1930, pero luego fue decayendo gradualmente. Muchas parcelas destinadas a la producción de perfumes se vendieron en favor del más lucrativo mercado inmobiliario.

Las asociaciones con los productores de la región por parte de Chanel en los años 80, y más recientemente por parte de Dior, han reavivado su brillo. El saber hacer de Grasse en materia de perfumería fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2018. En los últimos años, la ciudad ha vuelto a atraer a las marcas de lujo en busca de autenticidad.

                                                                                                        Sophie Normand