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SALLY GABORI

Los lienzos monumentales pintados por Sally Gabori en los últimos diez años de su vida son un mapa del corazón. Extendiendo su azul laguna, su amarillo limón, su naranja estridente y su blanco intenso, en parcelas sobre el lienzo, hablan de la nostalgia de la tierra natal y del dolor del exilio. Paisajes abstractos con los colores de la libertad reunidos, por primera vez fuera de Australia, en la Fundación Cartier. Un hermoso homenaje a la artista aborigen fallecida en 2015.

Sally Gabori -cuyo nombre tribal, Mirdidingkingathi Juwarnda, hace referencia a su antepasado totémico (el delfín) y a su lugar de nacimiento (Mirdidingki)- nació cerca de 1924 en la isla de Bentinck, en el Golfo de Carpentaria, al norte de Australia (Queensland), donde vivió hasta que en 1948 un ciclón y un maremoto dejaron inhabitable su isla natal y obligaron a los últimos representantes de esta comunidad aborigen costera a emigrar a la vecina isla de Mornington (donde fueron “aparcados” y sometidos a las prácticas asimilacionistas de la época), Sally Gaborit era tejedora de dillybags (bolsas tradicionales aborígenes tejidas con fibras vegetales para transportar alimentos) y, como la mayoría de las mujeres kaiadilt, se encargaba de la recogida de marisco y del mantenimiento de las trampas de piedra para peces que había en las costas de su isla. No fue hasta 2005, con más de ochenta años, que empezó a pintar.

Desconcertante, aparentemente salido de la nada, su estilo abstracto no se parece a ningún otro y está muy alejado del arte aborigen contemporáneo, pues está plagado de pinturas de puntos (dot painting), que siguen las huellas de dingos, lagartos, serpientes y otros animales totémicos que cruzan las dunas y los lechos de los ríos del desierto.  Lejos de estos paisajes simbólicos e iniciáticos que rememoran los viajes de los “seres fundadores” recorridos en el Tiempo del Sueño, durante el período de la creación del mundo, los cuadros de Sally Gabori están desnudos, desprovistos de signos y símbolos, sólo se extiende el color. Extendido por todas partes en grandes áreas planas, parece incluso generar formas que se superponen y se incrustan unas en otras para formar una especie de mosaico abstracto gigante. Con una asombrosa libertad formal, estas grandes franjas de colores vibrantes parecen reflejar, como por rebotes, la luz del cielo, de la tierra y del mar, y son en realidad una cartografía conmemorativa: la de los lugares queridos por la artista, lugares de antes del éxodo… “Esta es mi tierra, este es mi mar, esto es lo que soy”, declaró la mujer que equiparó la pintura con la “búsqueda del país original”1.

Durante sus nueve años de actividad artística, Sally Gaborit pintó más de 2.000 lienzos -lienzos de hasta 6 m de largo y a veces en colaboración (realizados con sus hermanas, sobrinas o hijas). Estos grandes lienzos de mosaico, con su maraña de formas enmarcadas en negro, evocan la hidrografía de su tierra natal, con sus islas y billabongs (meandros muertos de un río o arroyo). Un ojo familiarizado con los paisajes del Golfo de Carpentaria podrá detectar la huella estilizada de los bancos de tierra salada y de las costas arenosas cubiertas de manglares o delimitadas por arrecifes de coral; sin embargo, es a través de la concreción sintética del agua, la tierra y el cielo, los caminos del Sueño que Sally Gaborit traza: un espacio inmaterial en el que se mezclan elementos y temporalidades (pasado, presente y futuro) en una búsqueda de la comprensión del mundo y su creación, según el concepto aborigen designado con el término Dreaming.

  1. En la lengua kayardilt, el término duljaniji se refiere a la nostalgia del exilio, a la “búsqueda del hogar”.

Fundación Cartier de Arte Contemporáneo – 261, bd Raspail, Paris XIV –

Hasta el  6 de noviembre

https://www.fondationcartier.com/presse/article/sally-gabori

STÉPHANIE DULOUT